viernes, 10 de enero de 2014

UNA HISTORIA DE MUERTE Y VIDA



   “Millonarios insalubres viajan por todo el mundo, con la cartera llena, en busca del órgano que les salve la vida. La muerte del otro no es más que una simple anécdota. Pero en España, afortunadamente, no ocurre todavía. Aquí no media el dinero en cuestiones de vida o muerte, aunque algunos sólo codicien la bolsa”, dijo el doctor.

. Andrés no era millonario y sus órganos estaban intactos en el momento del accidente. Siempre anheló una vida sin preocupaciones, llena de asombros y nuevos descubrimientos. Sin embargo, la rutina de su anodina existencia le aplastaba. Sin trabajo desde hacía tanto, sin amigos –ya todos hartos de sufrir sablazos- y sin ese amor que en él se desbordaba se sentía hueco, habitante en el vacío insondable de un pozo profundísimo. Lo había perdido todo en esta insufrible crisis que tanto estaba castigando a los ciudadanos más vulnerables del país. Ya había agotado todas las ayudas, ya no disponía ni de cobertura sanitaria. Se había convertido en nadie, un despojo social, un ser absolutamente prescindible. Y, ante tanto desamparo, un grito mudo pugnaba en su interior, rebelándose contra su asfixiante soledad. ¡Cuánta tristeza acumulada en la invisibilidad impuesta! ¡Qué fría y oscura su cárcel de silencio!  Necesitaba un respiro, subir a la terraza y tomar el aire, mirar al cielo y observar el vuelo reconfortante de los pájaros. Si después subió a la barandilla fue sólo por sentir toda la plenitud del sol sobre su pecho y, aunque dijeran todos lo periódicos lo contrario, posiblemente tropezó. Nunca pudo imaginarse cuánto cambiaría su vida tras la caída. De repente, despertó y vio la mágica mano del doctor sobre otra mano extraña, ahora suya. su corazón latía aceleradamente, aunque estuviese a kilómetros de distancia, y los riñones todavía permanecían helados, a la espera de calor humano de alguien ajeno. Se sintió extraño, como estuviese en varios lugares a la vez y todos los otros se hubieran unido a él en un impulso vital por la existencia. Ahora su vida era compartida y plena de armonía y el amor y la entrega eran premisas fundamentales. Sí, volvió a sentir ese calor que desprende el roce humano y quiso comunicárselo al doctor, pero no le salió la voz. Las insólitas cuerdas vocales no obedecían la orden de su conciencia. Sólo pudo mirarle, con sus córneas doloridas, enternecido y en silencio.


   El doctor le devolvió la mirada con afabilidad y le dijo: “No se esfuerce, le comprendo y sé que es feliz. Ya logramos el milagro, ahora descanse en compañía de su familia, que yo seguiré luchando, sin nos deja este gobierno, para que perviva nuestro departamento y, una y otra vez, existan historias de muerte y vida como la suya.” 

No hay comentarios:

Publicar un comentario