domingo, 3 de noviembre de 2013

MADRE SILENCIO

En homenaje a las verdaderas víctimas, los niños siempre (2).


Supe de tu muerte, madre, años más tarde.
Mis hermanos no pudieron localizarme. Estaba perdido entonces
y aún sigo sin rumbo, escrutando en el silencio 
el vuelo de los pájaros o un halo de luz que dibuje colores en las sombras.
Casi nada conocí de ti mientras vivías, que eras analfabeta y de ojos tristes...
poco más. Nunca alzaste tu queja ni oí tu rabia. ¿Idolatrabas al verdugo
o pulías sigilosa el alma de reluciente mártir que lucías en tu pecho?

¿Por qué no escapaste de aquel infierno? ¿Por qué yo y mis hermanos
tuvimos que abrasarnos en su fuego de golpes y derrotas?
La uvas se secaron con el tiempo, madre. Sin lágrimas
los ojos se cerraron y uno tras otro abrimos la puerta de la huida.
Hasta después de muerto seguías ensalzando al criminal,
ese cabrón que te arrancó la voz y las caricias de unas manos
siempre ausentes en la piel temerosa de tus vástagos heridos.

Tu único legado fue el silencio terrible que imponías al hogar,
la agonía de unos pasos que avanzaban entre el abismo y el dolor,
la letanía infinita de tu constante y esclava sumisión.
A ti, madre, si te recuerdo, vagamente, como el tránsito
de un fantasma atormentado que pasea por la orilla del Leteo
sin mirar jamás el horizonte, como si no hubiera más allá
del espejo de sus aguas. Y sí que hay, madre, yo lo he visto.

He visto a mujeres que bordaron banderas clandestinas 
con su sangre, que empuñaron, frente a sus verdugos,
palos de fregona y limpiaron con ellas el trigo de sus hijos.
Mujeres que jamás se humillaron ante nadie
porque amaron pulcramente, repudiando el odio de los otros.
Mujeres que supieron mirar de frente a los hombres
sin quebrar nunca su majestuoso halo de frágil cisne.

Hoy, madre, tras muchos años de tu muerte, sigue llameando la pira
en demasiados hogares. Y las mujeres como tú arden en ellas.

Del poemario inédito "Libro de familia" 





No hay comentarios:

Publicar un comentario