martes, 4 de junio de 2013

¿POR QUÉ ESCRIBO ESTE BLOG?

  ¿Por qué escribo este blog? Sólo me asaltan dudas cuando me hago esa pregunta. La verdad es que no lo sé. ¿Para ayudar a otros a tomar conciencia sobre los graves y acuciantes problemas que tenemos los españoles? Sería absurda la empresa pues no me leen más de un centenar de personas cada día y se me antoja una minoría infinitesimal para lograr transmitir mis mensajes. Y, sin embargo, persisto en mi actitud. De modo que esa no debe ser la razón. Entonces, ¿por qué sigo alimentando a este monstruo del soliloquio? ¿Para qué todo este trabajo absurdo, en lugar ocupar mi tiempo en otras actividades más rentables? Será que la ciega vanidad se impone. Que, en el fondo, no soy más que una mosca cojonera que insiste e insiste en ser reconocido para lograr huir de su asquerosa mediocridad. Si es así menudo idiota soy, porque ya ha habido comentarios que demuestran que algunos de mis textos me granjean enemigos poderosos y ya sabemos que sin el apoyo de estos es imposible entrar en el rentable mercado del reconocimiento.  
   Lo que sí tengo claro es que en la mayoría de los casos escribo por pulsión instantánea, como hago en estos instantes, y eso implica tener algo que decir, algo incontenible, imposible de censurar. Y, a veces, la pulsión me lleva a denunciar cosas que mi conciencia percibe injustas, sin pararme a razonar sobre las posibles consecuencias para mi persona. Quizás no busque más que eso, limpiar mi propia conciencia, porque yo, al igual que tantos, también participé en aquel espejismo farandulero que fueron los años de la bonanza. Nunca gané mucha pasta pero vivía bien como comercial gracias a la burbuja inmobiliaria, acepté dádivas de las instituciones culturales, como estancias en hoteles y almuerzos suntuosos durante los encuentros de escritores con cargo al erario público, formé parte del elitista y bochornoso espectáculo de la cultura en mi país y de sus fiestas, en las que me emborraché, me drogué y ejercí de petulante, que es lo que se suele hacer en dichos encuentros. Mucho poeta social, sí, que berrea desde su pose radical, pero que traga y traga por lo que el poder le mande, mientras le siga subvencionando las fiestas. Eso éramos, tan sólo unos hipócritas con ínfulas de señorito. Y alguien tiene que dar la cara y reconocerlo, aunque los enanos crezcan y se alíen con el bando de los enemigos.
  
Todos somos vulnerables y, dependiendo de las circunstancias en las que vivamos, relajaremos más o menos nuestra moralidad. Ninguno estamos a salvo de ser un ladrón o un santo. Nos tocó en suerte nuestro destino, pero bien pudo ser otro distinto si hubiéramos nacido en otra familia, en un barrio o en un país diferente. Pero lo único que nos convierte en seres civilizados es el respeto a unas normas morales y legales consensuadas por todos en la democracia. Y si estas no existen o son ineficaces, como ocurre en España, pues tendremos que alzar la voz y llamarnos para consensuarlas y establecerlas de una vez por todas. Esas reglas son las que nos convierten en seres humanos civilizados y capaces de razonar sobre el concepto verdadero de la justicia. Por esa razón creo escribir este blog. Pretendo que sea una llamada a la unión de los más débiles, los que han sido maltratados, humillados y condenados a la exclusión y a la pobreza por nuestros gobernantes codiciosos, injustos e inhumanos. Porque cada día somos más los indignados y en la unión de nuestra cifra está el poder para cambiar las cosas. Porque no importa si es a uno, a un ciento o a miles a  cuantos llegue este mensaje. Porque uno más uno no es dos, es uno mucho más grande y más potente y sumando suficientes unos no habrá muralla que nos detenga. Por dignidad y el deber moral que todos deberíamos tener con todos los que sufren. Y si no lo consigo, al menos lo habré intentado, seré libre y ya no tendré que volver la cara cuando nuestros hijos nos miren, reprochándonos no haber luchado por su futuro y por sus vidas.
 
   Aún así, todo esto quizás no sirva para nada. ¿Quién podría competir con las mentiras televisivas y los anuncios manipulados de los poderosos (y serviles al partido que representan) medios de comunicación? Pero al fin y al cabo qué más da. Ahora que mi enfermedad me impide la rabia física y que la pensión que me pagan me asegura (por ahora) la supervivencia, me puedo permitir ser el niño que siempre quise ser. Un niño travieso exponíendo la verdad de los borrachos de avaricia. Un niño que baila en los ojos y en el corazón del viejo gruñón que os escribe. Un niño que, sin pudor alguno, remueve la mierda de los deshonestos, los hipócritas y los codiciosos y se las refriega por la cara, mientras escribe con palabras el conjuro que logre despertaros a la realidad oculta. Un niño que, a pesar del escepticismo del viejo, aún mantiene la esperanza.

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