miércoles, 10 de abril de 2013

EL MIEDO

   Antes de morir José Luis, el Sam-Pedro verdadero si es que existe el cielo, insistía: “El miedo es contra lo que hay que combatir. Ellos nos vencen por nuestro miedo. Por el miedo nos dominan y dominan el mundo. Es un sentimiento más fuerte y más extendido que el amor y el altruismo y si no logramos deshacernos de él nunca seremos libres”. ¡Qué razón tenía nuestro humanista más sabio! El miedo es lo que nos atenaza. Nos mantiene serviles ante el frío semblante de los verdugos. Vivimos con temor. Temor a perder el trabajo, a no llegar a fin de mes, a no vislumbrar la esperanza, a que nuestras miserias florezcan, como una terrible primavera, en las terrazas de lo público. Tememos el tropiezo, la ausencia de manos que te agarren, la inevitable caída, los eternos segundos de soledad en el espacio abismal, mientras caes, y que el eco solo traiga voces arrogantes de desprecio. Tememos el golpe final, del que sabes que ya será imposible levantarse. Es normal, ¿verdad?, es humano. ¿Cómo deshacerse de él, entonces? ¿Cómo el conejillo vulnerable se atrevería a aventurarse en la selva?
 
 
Sampedro nos estaba hablando de la resistencia, desde la certeza absoluta de no tener nada que perder. Si nuestro miedo nos impide ser libres, aquello que, temporalmente, nos libera de él es, en realidad, nuestras cadenas. De este modo, la aceptación del sueldo mal remunerado por un trabajo que el poder dominante ha creado para ti, es el grillete que te mantiene esclavizado. Te lo pueden quitar cuando ellos quieran, así es con la última reforma laboral, y convertirte en un paria. Lo cierto es que no tenemos nada, nunca tuvimos nada y, por tanto, nada que perder, solo los préstamos que nos encadenan al miedo. No somos conscientes de ello mientras la cosa marcha bien, si tienes dinero en el banco, vehículos, alguna propiedad. Sobre todo, si te puedes permitir caprichos. En ese momento las cadenas se aderezan de innovadores y modernos diseños que enmascaran su verdadera naturaleza. Pero no nos equivoquemos, siguen siendo cadenas, iguales a las del perro que les guarda sus fincas. Empezamos a comprenderlo cuando la desgracia (la pérdida del trabajo, la estafa de algún banco, el agobio de los acreedores, los recaudadores del estado, etc…) cae sobre nosotros. Pero ya es tarde. Entonces comprendes que los rostros afables de antaño, ahora son espaldas frías y cabezas que te miran por encima del hombro. Y, finalmente, asumes que no eres más que un deshecho, algo que es necesario renovar. Que como nada tuviste nunca, nada te permitirán tener, ni siquiera una madriguera donde ocultar tu fragilidad ante el violento huracán del miedo.

   La resistencia debe comenzar por ahí. Hemos de ser conscientes de que nada podemos perder si rechazamos sus cadenas. Eso nos convertiría en seres invulnerables. Hemos dejado de ser rentables para ellos y pretenden olvidarse de nosotros (ya ha volado el 97% del fondo de pensiones). Ahora van en busca de otros esclavos y se han llevado nuestras cadenas. ¡Por fin tenemos la posibilidasd de ser libres!, aunque la depresión y la dependencia nos hagan pensar lo contrario. Si logramos resistir seremos libres para internarnos en la lucha sin prejuicios. Si logramos resistir dejaremos de temer al miedo que, desde pequeños, nos inculcaron en el cerebro. Ese miedo que ellos crearon, a través del diseño de tus deseos superfluos, para convertirte en su esclavo. Ese huracán de miedo que cada día amenaza a más personas. 
  
   Únete a otros, los tantos y tantos que están como tú, y olvídate del miedo. 

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