martes, 12 de marzo de 2013

REVOLUCIONARIOS DEL KARAJO

   Ser revolucionario no es escribir Que con K, o Kapitalista, por ejemplo. Ser revolucionario es saber pensar y enseñar a los demás a hacerlo. No puedo comprender a aquellos que por ir de cani moderno, o snobista underground, o muestre en su escaparate personal una posturita de ácrata irredento, o vaya usted a saber qué otra estupidez, rechaza el esfuerzo de comprender y hacerse comprender por los demás. Sólo hay una cosa peor que rechazar el conocimiento: suicidarse. Aunque, en realidad, ambas cosas vienen a ser lo mismo, sólo que en la segunda te quitas la vida de golpe y en la primera es necesario llevarse su tiempo, lo cual es aún más estúpidamente cruel.
   Hace ya casi 15 años, en un laboratorio de una universidad de Houston, un grupo de científicos lograron extraer células madres orgánicas del corazón de un ratón y consiguieron manipularlas, dándoles una orden en concreto: regenerarse. Luego, le produjeron un infarto de miocardio al ratón y tras la certificación de la muerte del animal, le inocularon las células extraídas con anterioridad: el corazón comenzó a regenerarse y el ratón inspiró nuevamente el hálito de la vida. La ciencia avanza casi a la velocidad de la luz, mientras el pensamiento del pueblo camina a paso de tortuga, a pesar del liviano peso de su mollera intelectual. El conocimiento y la información están en manos del poder y no porque este disponga de la fuerza económica o el peso de la leyes a medida. Está en sus manos porque, fundamentalmente, el grueso de la masa popular lo rechaza, no quiere leer el libro de instrucciones, no quiere molestarse en hacerse preguntas y mucho menos en buscar respuestas, prefieren ver el fútbol, contar chistes idiotas o tumbarse en el sofá y entretenerse con los dedos entre las piernas, imaginando un cielo que, en realidad, es un techo que se desploma sobre él.
   Hoy, muchas de las invenciones maravillosas que vemos en las películas futuristas ya existen, pero el poder las guarda ocultándoselas al pueblo. Carreteras inteligentes que conducirán nuestros vehículos y los recargarán de combustible eléctrico en movimiento, medicamentos inteligentes que recorrerán el interior de nuestros cuerpos, cerebros humanos recreados por ordenador (esto aun no es posible, pero forma parte de una investigación que se está realizando en Suiza y pronto lo harán realidad), hallazgos energéticos impensables, etc. Ellos, los que nos dominan, pueden cambiar con dichas invenciones nuestras vidas, en el momento que ellos decidan. Somos sus cobayas, y el que no les sirva como tal o como esclavo será eliminado. Desde el ratón de Houston, el avance biotecnológico ha sido asombroso y ya se vislumbra muy cercano el umbral de la inmortalidad. Al menos para aquel que se la pueda costear. El sistema de pensiones tendrá que desaparecer, porque será imposible que el estado pueda mantener mes tras mes a los que aspiren al privilegio de la inmortalidad. Los secretos aumentarán sus precios y aquel que no tenga posibilidad a ellos tendrá que ser sacrificado en pos de la regeneración de una mano de obra más joven y resistente. Jóvenes y resistentes que, manipulados por la publicidad engañosa y la inoculación de ensoñaciones inaccesibles, seguirán rechazando el conocimiento y el sano ejercicio de la reflexión, creyéndose modernos, vanguardistas o ácratas rebeldes e irredentos porque escriben Que con K o Kapitalista Karajote, por ejemplo.
   “No pienses, no leas, no investigues y disfrutarás mucho más del largo sufrimiento de tu muerte”: Nadie escribirá nunca está frase, porque nadie la leerá jamás.
   “Sueña mientras mueres”: Esa, acaso tampoco la haya escrito nunca nadie, pero el pueblo no necesita leerla. Sabe que es lo que debe hacer y lo hace sin saber por qué.
                             Este texto está dedicado a Fermín, ese revolucionario del Karajo que confiesa no leer para no dejar nunca de ser él mismo. ¿Es posible ser más idiota?


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