viernes, 15 de marzo de 2013

   JAVIER, UNO MÁS  



   Otro más. Ayer supe que el sábado cayó otro más. Uno más en el imparable ascenso de la estadística de suicidios en España. Uno más para la gran mayoría inconsciente que pasa por la vida sin mirar al lado, uno más para usted, posiblemente, pero a mí esta vez me tocó de cerca. Tampoco es que fuera un amigo, por mucho que se empeñe el facebook. Mi relación con él fue siempre enigmática, pues su silencio tenía el extraño efecto de acosarme con preguntas. ¿Quién era ese hombre, que a todas horas del día estaba ahí, poniéndote un “me gusta”? Aparte de eso, jamás un comentario, sólo fotografías bellas, del cosmos y la naturaleza fundamentalmente, y alguna frase que insuflaba ánimo a los desesperados. Según la información de su biografía era experto en marketing, desarrollo de negocios y estratega de comunicación, licenciado en la complutense de Madrid. Un hombre culto, preparado, que se acaba viendo relegado al ostracismo por esta terrible crisis y la gestión que de ella están haciendo nuestros inhumanos políticos. Un hombre al que ya los bancos se lo habían quitado todo, según informaciones que he ido recabando, condenado a la exclusión y ya sin otra posibilidad de comunicación que las redes sociales y, sin embargo, escogió el silencio y, finalmente, la muerte. ¿Por qué?
   No gritaba su desesperación exigiendo el ajusticiamiento de los culpables. No solía hacer comentarios políticos exacerbados. Nunca la emoción de la rabia asomó en su página. Era como si en plena tormenta del siglo, con terribles azotes de relámpagos bancarios, hubiese alcanzado la paz, la serenidad interior. Y escogió observar la belleza a través de la pantalla, el polvo de las estrellas, las órbitas más celestiales, los paisajes más oníricos. Casas construidas en lugares imposibles, sendas que conducen al paraíso, nubes que navegan libres por el aire y lloran de emoción ante los pies desnudos de los niños. Al igual que muchos otros no solicitó ayuda y nadie reparó en que la necesitara. Vivimos en un universo paralelo al real, un mundo de ensoñaciones, en el que procuramos olvidarnos de la hoja que pende sobre nuestro cuello, para vivir con plenitud la virtualidad auto-injertada en el cerebro. Somos así, más amantes de la huida que del sacrificio. Pero la realidad es implacable y si no la aceptas con resignación te acaba derribando, mientras nadie alrededor lo percibe, obnubilados por sus propios sueños.
   Javier era su nombre, calculo su edad en torno a los 50 años. Joven, demasiado joven para ser sacrificado por su país. Y preparado, demasiado preparado como para que un país prescinda de él. Pero ¿qué estamos haciendo?, ¿qué país estamos concibiendo? ¿Hemos perdido ya todos los valores? ¿Acaso estamos locos? ¿Cómo podemos seguir permitiendo que personas buenas, como Javier, se sigan suicidando? ¿Es que ya no somos más que gélidos espectadores del morbo y la destrucción? Si seguimos permitiendo este drama histórico será que ya no nos queda dignidad y no volveremos a tenerla jamás. Descanses en paz, amigo Javier, espero que te hayas convertido en polvo de estrellas y desde el cosmos nos observes con compasión.

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