domingo, 16 de diciembre de 2012

LA MUERTE DE LOS SUPERHÉROES INVISIBLES QUE NUNCA SUPIERON VOLAR


   En uno de cada cinco hogares de España subsisten todos sus miembros familiares con la exigua paga de los abuelos y la pensión media en nuestro país apenas supera los 600 euros. Hay casos ya, muchos más de los que podemos imaginar, en los que se hacinan dos familias de hermanos en el viejo y reducido piso de la abuela.  Sé de una familia en la que viven 10 personas, sin ingreso alguno, de la paga abuela, más lo que sacaban por la dependencia de la vieja, ya que ellos mismos se autodesignaron sus cuidadores. Supuestos cuidadores, claro, porque la anciana parecía un esqueleto quebradizo de tan mal alimentada y con sus ojos apagados por la tristeza tan sólo adivinaba sombras escurridizas que la asustaban. Imagino que apenas podía descansar, la pobre, con tanto grito a todas horas en la casa. Yo era entonces (aproximadamente un año) su vecino de abajo y si tuve que huir yo para lograr dormir, imaginen la realidad de esta señora. Seguramente en estos meses la cosa haya ido a peor. Ahora, sin el extra de la dependencia, es muy posible que ya esté dos metros bajo tierra.

Jubilados haciendo cola en un centro asistencial

   Ayer, en un programa de televisión, una mujer contaba cómo después de haberlo perdido todo, trabajo (el suyo y el de su marido), vehículo familiar y casa (embargados por el banco), ahora sobreviven, junto a sus dos hijos, en casa de la suegra y de la pensión de viudedad de 500 euros de ésta. Llevan así casi tres años. Tres años sin comprarse ropa y andando kilómetros diarios para encontrar la oferta alimentaria que les permita ahorrarse cuatro céntimos. Todos, menos la anciana, eran muros infranqueables de contenida resignación. La anciana estaba enferma y apenas podía moverse, pero esbozó una sonrisa y dijo que, teniendo en cuenta la hora a la que iba a terminar la entrevista, era mejor ya cenar un vaso de leche con galletas. ¿Quién sabe si en los tiempos buenos de España, apenas seis años atrás, ésta misma familia estaría disfrutando de la gloria efímera de la fugaz fama televisiva? Y ahora, sin embargo, agachan la mirada frente a la cámara, por temor a que les reconozcan su miseria. ¿Cómo es posible que encima de ser pobres, también nos avergoncemos de ello, como si sufriéramos una justa condena por un delito terrible?
   Ahora les toca el turno a los más pobres y desamparados, a nuestros jubilados y pensionistas. A los que llevan años sufriendo la crisis. ¡Qué les van a contar de crisis a nuestros ancianos, si llevan décadas racionándose en todo! Si llevan toda la vida esforzándose por el país y el conjunto de sus ciudadanos. Primero levantando la España destrozada tras la guerra, soportando la coacción del régimen franquista y el lavado de cerebro de la jerarquía religiosa, sin libertades, sin reconocimientos, levantando la economía de un país en la ruina con su denodado esfuerzo, sin queja, a pesar de los castigos recibidos y la disciplina impuesta. Después rebelándose contra la tiranía franquista y construyendo entre todos la constitución que nos debería amparar, compartiendo ideales democráticos y libertades políticas, creando una justicia social y unos derechos irrenunciables para todo ser humano: el derecho a un trabajo con un sueldo digno, el derecho a la libre expresión y a la justicia, el derecho a la salud y a la felicidad, el derecho a vivir en paz hasta el final natural de su existencia. Muchos de ellos en la actualidad, los que aún se encuentran físicamente bien y no tienen cargas excesivas, colaboran como voluntarios en bancos de alimentos, en comedores sociales, en plataformas sociales o en el activismo reivindicativo, como es el caso de los iaioflautas. Y, sin embargo, ahora les toca el turno de nuestro despecho y arrogancia. Ahora cerramos centros de salud, les bajamos la pensión, les obligamos a pagar por los medicamentos, por el uso de las ambulancias, les subimos el iva, el agua, la luz... Ahora nos sobran porque generan mucho gasto. Porque el gasto que producen en nuestro sistema sanitario es insostenible, su longevidad aumenta y con ello los cuidados hospitalarios, la ocupación desmedida de las camas de nuestros hospitales dispara la factura de nuestro déficit y el consumo sin control de medicamentos por parte de los crónicos ya es inadmisible. Los ancianos deberían ser comprensivos, han de entender que deben morirse antes, que con su empeño absurdo de aferrarse a la vida están agravando la deuda que sus vástagos adquirirán con el gobierno en el futuro, pues serán ellos los que tendrán que afrontar los pagos, nos soltará algún día, algún político deshumanizado, en una glamorosa rueda de prensa. Eso es lo que este gobierno pretende pagarles como premio a nuestros ancianos, mientras ellos calientan entre sus manos las falsas monedas de Judas y se sienten vengadores bíblicos como cualquier mezquino hijo de Abraham.
   Vale que nunca llevaron puestos los calzoncillos por encima del pantalón, que en su época eran más corrientes los burros que el batmóvil, que las catwoman de sus tiempos eran chicas díscolas con padrinos infieles o madames de lupanares depravados, que solo había un hombre de hielo, el que firmaba las sentencias de muerte como gran padre de sus subyugados súbditos, que las telas de araña se tejían para atrapar a los subversivos que pedían libertad y justicia para el pueblo, que los aires de la Marvel quedan muy lejos de nuestra brisa mediterránea y aquí sólo florecían superhéroes desbordantes de patriotismo y evangelización apostólica y romana, como el cuasi falangista Capitán Trueno, pero se pongan como se pongan y argumenten lo que argumenten los señores del PP, nuestros pensionistas han sido superhéroes invisibles de la realidad cotidiana a lo largo de nuestra existencia como país, a pesar de que nunca supieron volar. Aunque muchos insisten todavía y no dejan de intentarlo, como los últimos suicidas de Granada, Navarra y Málaga. Esta es nuestra verdad más palpable y vergonzosa. Estamos traicionando a quienes nos dieron la vida y una clara esperanza en el futuro. Ellos siempre fueron superhéroes silenciosos e invisibles, pero ahora estorban y, por ello, este gobierno ha decidido, fríamente, asesinarles. ¿Se lo vamos a permitir? 

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