domingo, 4 de noviembre de 2012

VEN Y DIVIERTT

   La noche es oscura y tiene el corazón negro. Los crímenes más atroces se ocultan bajo su manto de impunidad, el ocaso de las leyes, el abrazo mortal de las influencias entre el político y el mafioso, la codicia, la negritud densísima del oro, las drogas y los coños fáciles, la brisa lujuriosa de los secretos, el poder de hacer posible los deseos, el climax del diablo victorioso sobre los cadáveres humillados de inocentes ángeles. La noche es una rata siempre en busca de carroña. El basurero de Madrid, entre salas de fiestas y lujosos reservados.

   Al  otro lado, el día luminoso de Marbella, bajo el sol protector de las monedas. Billetes violetas con el alma negra engarzan al político y al empresario del buen vivir y buen matar. Allí también habría noches, pero fueron noches íntimas, con langostas sobre la mesa y polvo blanco en las bandejas. Con nuestras narices nadie podrá oler mejor el devenir, se dirían entre cócteles sexuales y risas de satisfacción. El concejal de reluciente calva disfruta sin complejos y promete más favores al rey de la noche madrileña. Locales públicos con alquiler escuálido, un capote con el que torear las leyes, multiplicación de los aforos, nada de control en las normas, en la vigilancia policial, en el conteo de las entradas, en el balance de la taquillas, en la cruda realidad de los chavales pendidos del abismo virtual de sus ensoñaciones, mientras a mis hijos los trates como a príncipes y la pasta circule hacia mis cajas invisibles. ¡Qué maravilloso parece todo cuando se vislumbra el horizonte desde la más alta de las cumbres! Sobre todo si por las venas vuelan raudas las alas de una mariposa más química que vegetal.

   Más abajo, entre la masa de inocentes, ingenuos y “vivalavidas”, el terremoto nace de forma silenciosa. Mientras las abejas polinizadoras curvan y alargan con el rímel sus pestañas y los gallos lustran el nácar de sus plumajes, las cápsulas de la felicidad hacen su agosto y el agosto interminable del empresario se expande por despachos institucionales y bancarios. Promesas de futuro a los maniquíes como divas gogo en todas las fiestas, y avanzarás rayita a rayita hasta que encajes profundamente en mi erguido mástil. Promesas que el viento matinal se llevará hasta las costas grises del olvido. Nada quedará después de sus palabras, acaso otra noche de breve ambrosía destilada desde las fauces del diablo, lo demás será tan sólo un recuerdo doloroso y punzante que llevan en su espalda, como un tatuaje sin cicatrizar, todos los ángeles caídos. Y todo eso si tienen suerte, si aún les queda algo de aire con el que insuflar sus frágiles pulmones.

   Ellas no tuvieron tanta suerte. Aún niñas, soñadoras, amantes de la risa y la amistad, creían en la benevolencia de los carteles publicitarios, en los sueños electrónicos como motor vital de la existencia, en la asombrosa realidad de esta catarata de mentiras. Y ahora todos las lloramos compungidos. ¿Qué pasó para que la vida les mostrase su lado cruel, precisamente en la festiva noche de los muertos? ¿Una concepción equivocada de la existencia? ¿Unos padres orgullosos de la libertad e independencia de unos hijos que pulen su paga semanal en sucedáneos químicos y diapositivas lumínico-electrónicas? ¿Un hastío bestial de sus prediseñadas vidas? ¿Una huida visceral de esta mal estructurada civilización? ¿Una búsqueda sin fin de necesidad tribal, de identificarse plenamente, aunque sea en el llano más inhóspito de los espejismos? Posiblemente sí, pero todo esto forma parte de la vida, de las dudas existenciales de la vida perra que arrastramos.

   Aquí el culpable somos todos y en este orden. El descerebrado que lanzó bengalas. La hiena carroñera de la noche madrileña, el empresario M. A. Flores, que ha ceñido el lazo de su codicia alrededor de las niñas, asfixiándolas hasta la muerte. Su socio de secretos inconfesables y de tráfico de influencias, el concejal Villanueva, que ha de saber de forma explícita que ha sido él con su cicatera actitud quien ha sembrado la muerte sobre el terrazo ardiente del Madrid Arena. El ayuntamiento de Madrid con su alcaldesa Botella al frente, soltando falsas lágrimas de cocodrilo ante las cámaras, anunciando un luto más que anunciado, mientras concede privilegios a los carroñeros de la ciudad para que así brille aún más su reflejo luminoso en el espejo, su ebriedad de gloria. Y este puñetero mundo occidental en el que vivimos, con sus vallas publicitarias tan hipócritamente impolutas y que nos conducen al averno. Ven y Diviertt. Ven a la macrofiesta de los muertos resucitados. A la noche mágica de los Zombies. Vivirás experiencias jamás imaginadas. Te quedarás sin respiración. Y no querrás que llegue un nuevo amanecer.  


   Katia, Rocío, Cristina y Belén descansen en paz. Que su recuerdo esté siempre perenne en nuestras memorias y que éste sirva para que se desenturbien nuestros ojos y nuestra razón. Sus fotografías deberían presidir la entrada a todas las macrofiestas futuras, pero no como un anuncio mortal, sino como un grito diáfano por la vida.  

  

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