jueves, 4 de octubre de 2012

LA ABSOLUTA MISERIA

   Ayer, estaba desayunando con un amigo en una cafetería de mi ciudad y una pareja conocida por él se paró a saludarnos. Iban elegantemente vestidos con ropa de marca. Estuvimos hablando de lo que todos, la situación del país, que esto va cada día peor, de los recortes inhumanos de este gobierno, de la ineptitud y choricerío de los políticos, del 25, 26 y 29S, de esta dictadura encubierta y de sus sicarios policías, del clima de violencia que late en el corazón de España… Él es chófer de autobús y lleva tres meses sin cobrar su nómina. Ella se quejó:
-       Esto es inaguantable. Y encima sólo nos exigen sacrificios a los pobrecitos que viven de una nómina.   

   Tiene guasa la cosa, pensé. Se habla más en lo medios internacionales de la gente que pasa hambre en España que en los propios medios de nuestro país. Es como si los españoles sólo nos preocupáramos de imponer nuestro soliloquio (inmerso en la rabiosa actualidad, por supuesto) y si el vecino vive en la inanición que le den por culo. Mientras uno tenga el estómago caliente. Ahora, en los periódicos, en la prensa, en las redes sociales, en las radios españolas sólo toca hablar de la violencia policial, del derecho de manifestación, de la odiada Cristina Cifuentes. Lo de la violencia policial no lo entiendo, pero ¿es que somos ingenuos?, ¿qué esperábamos?, ¿que nos tratarán con cariño, como a ositos de peluche? Ellos saben que en toda multitudinaria aglomeración siempre existen algunos locos con ínfulas de héroe de la revolución armada (algo que muchos de nosotros parecemos olvidar) y los antidisturbios llevan porras y las usan y algunos, otros locos pero con uniforme, se piensan Rambo contra todos. Ya lo sabíamos, es de una lógica aplastante. ¿Y por eso nos vamos a poner todos a su altura? Lo que tenemos que hacer es resistir pacíficamente y confiar en que cada día seamos más, algo que se me antoja muy posible con la política parasitaria de nuestros políticos. En cuanto al debate sobre el derecho de manifestación, creo que lo correcto sería hablar menos y actuar más. Deberíamos manifestarnos más, mucho más, cambien la ley o no, hasta que dimita el gobierno, se abra un proceso constituyente y se convoquen nuevas elecciones. ¿Pero a qué le tenemos miedo? ¿A que nos hagan más daño? ¿Pero es que acaso podemos sufrir más? Y lo de la patética señora barby rubia de Madrid es que me da hasta risa. Tanto hablar, tanto insulto, tanto maldecirla, tanto gasto de energía para nada, cuando yo creo que esta está ya más que defenestrada desde que el 26S su policía robó las portadas internacionales de Rajoy sin puro en New York. Ya verán como no dura en su cargo más de 20 telediarios, ya verán, el tiempo justo como para que el tema de la carga policial en Atocha se enfríe, que su relevo no tiene derecho a quemarse tan prontito, pensarán en Génova. Si iba a ser nombrada vicepresidenta de la comunidad de Madrid y la borraron precipitadamente de la lista. Pues eso, que picor y sarna siempre van juntos.

  En fin, que, como siempre pasa, la actualidad nos aborrega sin darnos cuenta y así, tan fácilmente, nos olvidamos de las cosas verdaderamente importantes. Veamos. ¿Quién habla ya del SAT y sus requisas solidarias en los supermercados? Nadie. ¿Quién habla de los cierres de comedores sociales, de la impotencia de los bancos de alimentos ante el crecimiento exponencial del hambre? Nadie. ¿Quién de la indefensión de los pobres ante los tribunales de justicia? ¿Saben cuántos meses llevan sin cobrar su sueldo los abogados de oficio de este país, saben que ellos mismos tienen que sufragar todos los gastos de los procesos judiciales de sus clientes? ¿Saben que algunos de esos abogados ya no pueden pagar sus propias hipotecas? ¿Imaginan con qué ánimo luchan por sus defendidos en los tribunales? ¿Calculan cuánto pobre puede estar injustamente en la cárcel? Pues de eso nadie habla en este puñetero país. Nadie. Creemos que la realidad es aquella en la que estamos inmersos, las circunstancias que nos rodean, la percepción egocéntrica que cada individuo tiene del mundo y defendemos el soliloquio que esa realidad-actualidad nos impone como si fuera el nuestro, el único posible nuestro. Nos ciegan con vendas, como negras banderas beligerantes o como banderas blancas de buen rollito y ensoñaciones virtuales, da igual, si el problema es que no importa el color, lo que importa es no dejarse colocar la venda para poder ver todas las realidades posibles. Sólo es necesario pararse un instante, rebobinar y sacarte el discket instalado por los otros y pararte a observar y oír, oír más a los que llevan toda la vida callando porque el sufrimiento ya le impide mover los labios y luego reflexionar. Y entonces, plas, ocurre el milagro y comienzas a ver cuántas llagas tiene el mundo. Duele, eso sí, tenlo presente, incluso puedes acabar odiando a toda la raza humana y perder la fe en ella, pero al menos sabrás a qué te enfrentas.

-       Esto es inaguantable. Y encima sólo nos exigen sacrificios a los pobrecitos que viven de una nómina.    

       Seguía quejándose aquella señora. Yo seguí mordiendo la tostada y me callé. No me atreví a decirle nada. Pero estuve a punto de soltarle, señalando a un hombre de mediana edad que hundía su brazo en un contenedor de basura cercano: 
-       Seguro que esa persona aún tiene que pagar sus impuestos y ya ni tendrá nómina, ni tendrá ayudas. Sólo le queda ya lo que nadie quiere. La absoluta miseria.
                No llevaba dinero encima. Me invitaba mi amigo, pero de buena gana hubiera    
            invitado a aquel hombre a un café, le hubiera pedido que se sentara en nuestra mesa
            mientras aquella señora se quejaba.

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