viernes, 26 de octubre de 2012

EL ÁNGEL QUE DECIDIÓ CALLAR

   ¡Tiene cojones! Ahora que van desapareciendo los estudios filosóficos y sociales, que desde hace tanto tiempo nos vienen convenciendo de la inutilidad de estos ámbitos en un futuro tan prometedor y creciente como especializado, ahora que los filósofos  sobran en los institutos de secundaria, nos da a todos por  convertirnos, de la noche a la mañana, en sociólogos, emergentes filósofos, doctores en política social y económica. Será por ello que algunos acabamos hastiados de tanta pose, de tanto chapapote de vanidad emergiendo desde el fondo del altruismo impostado. Todo es mentira. Cada uno guardamos en el alma una caja de Pandora y no dudaremos en abrirla cuando esto estalle. Por eso a veces pienso que es mejor estar callados. Total, para decir a quién si nadie escucha. No somos más que soliloquios desquiciados, obcecados en una estúpida rutina sin sentido. Cada uno con su vehemente discurso, mientras se da cabezazos desesperados sobre un muro que nada oye. Y es que, en el fondo, todo español guarda a un patético dictador en sus entrañas.

   La izquierda, la estúpida e inútil izquierda de este país sigue sin presentar una alternativa que encandile al pueblo o no sabe usar los medios para dársela a conocer. Siguen de lucha, tan voraces que no se sacian nunca de enemigos y los buscan hasta debajo de las piedras. Están tan necesitados de un baño de gloria ufana, de heroísmo fugaz, de absurda y disimulada vanidad que se pelean más entre ellos, enarbolando sus ignorancias, que con la miserable derecha que la humilla y explota. Así ocurre lo que ocurre. Hasta 74 partidos distintos han llegado a presentarse en las elecciones gallegas. ¡Hala! Todos con ínfulas de grandeza y la puta codicia de acceder al magnífico sueldo de un diputado. Y ahora resulta que, con cientos de miles de menos votos que en las anteriores elecciones, va a seguir gobernando el PP y con más amplia mayoría. ¡Seremos idiotas! La izquierda de este país tiene un problema mental grave: hablan y hablan sobre la necesaria unidad sin parar, cuando lo que quieren decir en realidad es únete a mí  yo y hazme más fuerte. Es todo mentira. Hay tanta mentira que uno, a veces, decide callar. Total, hablar para qué. Y sin embargo no pasa nada, da igual si callas o gritas, si clamas u omites, si ruegas o claudicas. No pasa nada. Los que exigen democracia seguirán negando el resultado de las urnas y la miserable derechona de este país arcaico y ancestral seguirá ejerciendo su auto-otorgado derecho de pernada. ¿Alguna palabra tendrá utilidad en este contexto si éste niega continuamente la posibilidad de verdad en ella? Evidentemente no. Porque toda palabra nace del seno de la tormenta de la mentira.

   Eso pensaría Ángel Domingo en la madrugada del día 25 de octubre del 2012, en el barrio de la Chana, en la enigmática y maravillosa Granada. ¿De qué sirve hablar si nadie escucha? No escuchan los buitres carroñeros del banco, no escuchan estos miserables y abyectos políticos que nos gobiernan, no escucha el pueblo, nadie escucha a nadie porque nadie deja de hablar, como perros desquiciados que se ladran y amenazan entre ellos, se diría, mientras esperaba los golpes en la puerta de su casa de los representantes del banco que lo venían a desahuciar, segundos antes de que se descolgara en el vacío, con el nudo de la soga apretando su garganta. Quizás por ello Ángel escogió el silencio, vivir con la dignidad intacta sus últimos días y marcharse sin molestar. Pero ¿cuántos tendrán que marcharse para que recapacitemos, decidamos callar durante un rato y comprendamos que ya nos es imperativo dialogar? ¿Cuántos tendrán que colgarse la soga al cuello, incinerarse a lo bonzo, cortarse las venas, lanzarse desde el balcón, tomarse varias cajas de somníferos, pegarse un tiro en el corazón o lanzarse a las vías del tren? Creo que en lo que va de año ya hemos superado los 13.000 suicidios en España. ¿Pero es que aún no nos hemos dado cuenta de que estamos jugando con vidas humanas? ¿Tan miserables somos? Porque tanta estupidez ya es imposible. Al menos Ángel Domingo, posiblemente, se dejara la ventana abierta para marcharse con la impresionante imagen de la Alhambra iluminada en sus retinas. Descanse en paz.

  Mientras, hoy, seguirán ejecutándose 370 desahucios, los que se llevan a cabo diariamente en este país. 370 familias pasarán a ser ciudadanos del frío y duro adoquín de la puta calle, mientras los bancos que rescatamos siguen acumulando pisos vacíos en su balance de activos nocivos a sanar. Y ¡Bienaventurados los negocios!, corearán en misa los banqueros cada domingo, mientras curas, políticos y jueces ahuecan la mano, a modo de cepillo. Y el chavalito de 17 años, anarquista y vehemente, seguirá exigiendo sus derechos, ganados con el sudor y esfuerzo de sus abuelos, su derecho a una vivienda gratis y a una subvención que le permita estudiar lo que desee (aunque no desee estudiar nada) y a costearse los petas del moro sin esfuerzo. Y el funcionario seguirá dolido fundamentalmente por no haber cobrado la paga que le impidió irse de vacaciones este verano. Y los abuelos seguirán ocupándose de hijos y de nietos. Y el tiempo pasará y seguirá sin pasar nada en este país de cómicos faranduleros del esperpento y atalayas sin cimientos ni dignidad. Y todo pasará a formar parte del olvido porque ninguna mentira suele hacer mella en la historia de la realidad.

   (He estado callado durante semanas. Hoy, la muerte de Ángel me ha impelido a gritar. Pero quizás, después de este texto, me vuelva a callar. Total, ¿de qué sirve esto?, comienzo a preguntarme ya.)

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