domingo, 2 de septiembre de 2012

SINFONÍA DE ÓRGANOS (Cap 4. Ottawa, Canadá)


   Ya desde pequeño apuntaba inclinaciones solidarias. Sus arraigadas convicciones católicas le llevaron en su adolescencia a abandonar Puerto Cartier e ingresar en un seminario de Quebec para forjarse misionero. Sin embargo, el hallazgo prematuro del amor carnal en sus relaciones con Alberta Brunswick, le hizo olvidar el deseo de vestir hábitos, no así su afán de ayudar a los más necesitados. Hoy el doctor Laurier, eminente oftalmólogo, está orgulloso de haberlo conseguido. Todas las noches en sus oraciones agradece a Dios el don otrogado, unas manos hacedoras de milagros.

   En este instante, mientras libera a Johnnattan de la venda que cubre sus ojos, evoca la conversación que mantuvo con Alberta durante el desayuno acerca de un titular aparecido en la prensa: "Asesinados 500.000 niños en Sudamérica en el último año".
   Dijo a su mujer que, a veces, pensaba dejarlo todo e irse a algún país del sur para difundir la palabra de Dios y ayudar a cuantos sufren.
   Ella, lúcida, le rebatió, mientras retiraba de la mesa los cubiertos de plata.

   - Has de estar aquí, donde hay personas que necesitan un transplante y necesitan tus mágicas manos.

   Johnattan descorrió sus párpados y el doctor Laurier se sintió desbordado por la esplendorosa sonrisa que florecía en el iris de esos ojos, nacientes nuevamente en otra vida. Y piensa: - Es cierto, éste es mi lugar.


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(Este texto forma parte de un relato que me publicaron en México. Lo publico aquí desde hace 3 días en 10 entregas diarias, bajo el mismo título "Sinfonía de órganos", pero subdividido en 10 capítulos muy cortos que llevarán como subtitulos 10 ciudades distintas del planeta. Este es el 4º capítulo. Espero que disfrutéis con la lectura.) 



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