lunes, 13 de agosto de 2012


¡QUÉ DESGRACIA LA DE RAJOY!

“Qué desgracia la nuestra, Rajoy ya vuelve de sus vacaciones”, reza hoy un titular del facebook. Y la verdad, que nos ha tranquilizado un poco estos días de asueto en los que no ha aparecido por la tele y nos hemos relajado con la fiesta olímpica, sin temor a otra puñalada del gobierno. Pero lo bueno siempre es breve y muy pronto se acaba. Volverá el águila imperial a revolotear en las alturas, a la caza de pensionistas, parados e inmigrantes.

Sin embargo, pienso que él también debe pensar lo mismo: - Qué desgracia la mía, ya se acaban las vacaciones. Sí, porque el pobre muchacho no ha tenido respiro desde que salió electo. Cuando ya se disponía a bailar el mambo de la mano de su Sorayita para celebrar la victoria, le vino el Montoro con el rollo de la caída de ingresos y el resultado deficitario de la fiesta de los políticos, banqueros y empresarios de este país durante décadas, con su inmenso manto de corruptelas permitidas. Y el rostro se le ensombreció. Tan apenado lo verían a la criatura, que sus ministros le dijeron tener la fórmula mágica para salvar la situación. Poco le duró la alegría. La Merkel lo llamó al orden y le cuadró correctamente las cuentas. Estos ministros míos no saben ni mentir, pensaría, abrumado en su despacho de la Moncloa. ¡Qué tristeza daría el pobre!, tan perdido en la tormenta. Y encima estalló el trueno de Bankia, los rayos de la bolsa se dispararon al infierno y la prima de riesgo se elevó a los pavorosos cielos del no retorno. La sombra de la quiebra se cernía sobre la piel de toro y el pueblo comenzaba a revelarse. Mineros, funcionarios, quincemayistas, sindicalistas, educadores, sanitarios, etc…, gente sencilla y muy harta de malvivir, mientras unos pocos se lo llevan calentito. Ahí ya comenzó a borrársele la sonrisa de la cara y el paso de apariencia firme se patentó tembloroso y dubitativo. Menos mal que España ganó el Mundial y que poco después le llegaron las vacaciones, coincidentes con los juegos olímpicos. De no ser por algún que otro incendio todo hubiera sido maravilloso, pensaría, hasta las contrataciones veraniegas contraían el insostenible crecimiento del desempleo. Los especuladores se relajan en agosto y la prima de riesgo se ha tranquilizado y lo de Bankia, con sus vaivenes, pero cada vez se habla menos del tema, que es lo que de verdad importa, que no está bien que vengan a tu casa y te revuelvan la basura, pensaría. Total, que el muchacho debe haber pasado unos maravillosos días de retiro, allá por sus tierras gallegas, alejado de las continuas preocupaciones y las innumerables y desastrosas noticias financieras, sorbiendo buen ribeiro para mitigar las tensiones y contestándose a todas las preguntas con nuevas y más enrevesadas preguntas. Bendita la paciencia de los gallegos, estaría diciéndose, cuando le vino la noticia de los asaltos del SAT a los supermercados. Y, ahora, me lo hacen ahora, precisamente cuando tengo que volver, es que ya el estrés me llega al cuello, Sorayita, vaya añito que llevo, le diría a María Dolores.

-       No te preocupes Mariano, que esos son cuatro gatos que sólo tienen hambre. Mira, llamamos al de interior para que los ponga derechos y le damos un poquito de dinero más a las monjitas para que abran más comedores de beneficencia. Y ya está, solucionado el problema. Si es que con estos animales lo mejor es pegarles fuerte con una mano, mientras que con la otra les das un trozo de pan. Y se te vuelven sumisos como borreguitos, contestaría la Cospedal. Venga, les alargamos durante unos meses más la ayuda de los 400 euros con lo que le descontemos a los pensionistas y ya está. Ya verás cómo se les acaba el mal rollito.

Sin embargo, esas palabras no dejan de inquietar a nuestro presidente, porque sabe que la masa hambrienta es peligrosa, pierde la razón y se vuelve incontrolable. Y él sabe de más que está rodeado por una colección de tontos que se han reunido para jugar a algo, sin saber muy bien a qué y, además, ninguno se sabe las reglas. Y él cada día se siente más sólo y más inútil en su vuelo de águila imperial herida, cada vez más ciega por culpa de tanta altura. Qué desgracia la suya, ya se acabaron las vacaciones, pensará, mientras el caudal de los humillados avanza, desde todos los puntos de España, en dirección a Madrid, con la intención de inundar sus calles en septiembre. ¿Podrá algún dique contener la rabia e indignación de tantos ciudadanos?

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