jueves, 9 de agosto de 2012


EL POETA ANARQUISTA O  500 EUROS A LA HORA

Toda una semana aclarando su voz con carabaña y ensayando gestos grandilocuentes en el espejo para, al fin, tener que leer en la ermita descolorida de este pueblo con más cabras que habitantes, pero no importa, su digno orgullo le convence de cuán necesario es acercar la cultura allá donde los cerebros son carcomidos por el microbio de la ignorancia. Él ya lo demostró en su tratado de agro-poesía, donde glosaba el sudor de su padre jornalero, cuando sembraba ajos en los lomos por 4 duros a la hora. Es necesario despertar la conciencia del pueblo -piensa convencido-. Por ello el humanismo docente de este profesor de secundaria le lleva a olvidarse de sí mismo y comenzar desarrollando las ideas de Bakunin, Engels y Propotkin. Una de las tres señoras que pueblan la sala se levanta y se marcha con sigilo. El autor eleva el tono de voz y mira con desprecio, -como la ballena mira a su arponero-, a la que él adivina esposa del banquero. La pobre mujer confiesa al conserje en su salida: “no me entero de ná shiquillo y se me va quemá el pushero”.

Ya ha consumido la mitad de la hora y no es cuestión de que la concurrencia pueda irse sin conocer sus logros. Así, su primer poema trata sobre la precariedad en el trabajo, luego sigue otro que versa sobre la explotación laboral (la limpiadora ha visto que ese muchacho tan simpático se ha bebido todo el agua y llena su vaso por 6 euros a la hora), después la guerra civil, el maltrato a la mujeres, la expoliación de los países del tercer mundo, la contaminación, injusticias, injusticias, injusticias...........

Estoy de acuerdo con el autor, es vital reparar el mundo, asiento, mientras cuido el único y desvencijado equipo de sonido de mi ayuntamiento, en el que trabajo por 8,5 euros a la hora. En fin, el último minuto de tan edificante hora se cumplió, después diez minutos más de conversación, ya a solas, y me regaló uno de sus libros. A cambio, juré promoverlo entre otros gestores culturales de pueblos adyacentes, luego me firmó el recibo y le aboné sus  500 euros. Lo vi marcharse satisfecho y feliz, con una pizca de asombro en los ojos ante la belleza de nuestro paisaje serrano, parecía un ser infinitamente más humano tras la brevedad de aquella hora mágica.

Hoy he sido yo quien ha bajado a la costa, a este encuentro de editores independientes y artistas, organizado por el ayuntamiento del pueblo, y he preguntado por él, por supuesto. Desgraciadamente me han informado de su ausencia. Al parecer, el hotel no era de su agrado.



(Inspirado en hechos reales)







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