miércoles, 11 de julio de 2012


LOS MONOS NOCTURNOS DE PATARROYO

Hoy todo aconsejaría hablar de los mineros, esos rudos hombres y mujeres que ya, todos juntos, gritan en Madrid su indignación. También podría escribir sobre los ingentes comentarios, tanto mostrándome su anuencia como poniéndome a parir, que provocó mi artículo de ayer, en el que afirmaba la defunción del 15M. Pero no hablaré de lo primero ni de lo segundo, porque ayer la noticia que más me hizo pensar fue la de los monos nocturnos de Patarroyo.

El Doctor Manuel Elkin Patarroyo es fundador y actual director de la FIDIC (Fundación Instituto de Inmunología de Colombia), asociada a la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá; director de la línea de investigación en Relación Estructura-Función en la Búsqueda de Vacunas Sintéticas en el doctorado en Ciencias Biomédicas de la Universidad del Rosario (Colombia) y colaborador de la Organización Mundial de la Salud, para el desarrollo de vacunas sintéticas contra la malaria, la tuberculosis y la lepra. Su vacuna sintética contra la malaria ha sido probada en Colombia y Brasil con un nivel de eficacia del 28% y en África con un 31%.  La posibilidad de producir la vacuna sintética despertó inicialmente el interés y la curiosidad de los grandes laboratorios farmacéuticos. A este respecto, Patarroyo, en un acto de generosidad, rechazó ofertas de una empresa farmaceútica para vender la patente por 74 millones de dólares. En su lugar, Patarroyo la donó en mayo de 1993, a la OMS (Organización Mundial de la Salud), con la condición de que su producción y comercialización fueran hechas en Colombia.  En sus mismas palabras: 

<La malaria es un negocio espectacular, sólo el DDT mueve ya 1.200 millones de dólares anuales. Y los laboratorios que ofrecen preventivos de quinina contra la malaria juegan con la misma cantidad. Cualquier recién llegado al "negocio" como yo, es puesto inmediatamente en vigilancia… El 66% del dinero que se destina a la investigación y al desarrollo de la farmacología en el mundo viene del Banco Mundial, el resto lo cubre las donaciones privadas y las multinacionales farmacéuticas. Así que hay casi dos terceras partes del dinero que son públicas, y yo pienso que no puedo quedarme con lo que no es mío… Por eso han estado a punto de acabar conmigo (ya ha sufrido varios atentados). Cualquier investigador o científico que entra en una multinacional, o en una universidad, tiene que firmar un contrato de patentes en el que la multinacional, o las instituciones pertinentes, se hacen dueña de la patente mientras que al investigador le quedan unos pequeños royalties, además de su sueldo; pero yo les jodí. Hice lo que a muchos científicos e investigadores les hubiese gustado hacer y no hicieron, fui por libre, creé mi propia institución, y en el año en que logré mi propia vacuna, doné la patente a la OMS. Y es lo mismo que haré con mi próxima vacuna. Eso significó la guerra a muerte de las multinacionales contra mí… La libertad tiene un precio… Mi vacuna administrada por la OMS no costará más de un dólar, las multinacionales quieren ponerla en el mercado a un coste de 25 dólares la unidad. Imagínese el negocio, hay que vacunar a 2.500 millones de personas, que son enfermos potenciales de la malaria, podríamos salvar de la muerte segura a millones de personas cada año>.

Estamos hablando de joderles el negocio a los usureros y carroñeros de las grandes corporaciones farmacológicas del mundo, joderles decenas de millones de dólares anuales, a cambio de salvar millones de vidas. ¿Creen ustedes que esos carroñeros inhumanos se van a quedar quietos? Pues no, ahora, esos mismos que tanto desprecian la vida humana se han convertido en firmes defensores del Aotus trivirgatus, un pequeño primate nocturno del amazonas, precisamente la misma especie en la que el doctor Patarroyo investiga el desarrollo de su vacuna, animal fundamental para dicha investigación por sus características genéticas. Ahora aplauden sin cesar la brava lucha de Ángela Maldonado, esa estrella de la conservación de primates que inspiró la demanda que impuso a Patarroyo el “quieto y parao” firmado por el tribunal. Según ella, su lucha, como la de muchos ambientalistas, representa una piedra en el zapato para esta investigación. Pero es una lucha por la que vale la pena posponer los avances: los monos nocturnos están en peligro y los ecosistemas en los que viven también. Los reparos no son menores. No pueden verse como un intento por retrasar la investigación, sino más bien por ponerle unos límites legales claros. Lo mínimo.

Aunque estos monos no están en la lista de animales en extinción, el juez falló y ha decretado la paralización de la investigación del doctor Patarroyo sobre la vacuna de la malaria, hasta que se determine un protocolo de actuación en la caza de los primates, luego podrá seguir investigando, pero con vigilancia continuada en la caza y trato animal. Yo no sé, realmente, la intención de la líder ecologista y del Tribunal administrativo de Cundinamarca, ni tampoco puedo asegurar que algo de las decenas de millones de dólares de beneficios que proveerá esta decisión  a los laboratorios farmacológicos se dejará caer por la comarca colombiana. En ningún caso podría afirmar que la defensa de los monos sea un millonario negocio para algunos ecologistas, nada de eso, todos sabemos que los pobrecitos subsisten con melifluas subvenciones estatales y generosas donaciones privadas. Pero, tras esta decisión, lo que sí se puede asegurar con absoluta rotundidad es que, posiblemente, el próximo año morirán decenas de millones de personas más de las que debieran en el mundo. Eso sí, casi todos serán pobres y prescindibles, gente del tercer mundo y con una cara no tan simpática como la de los amorosos Aotus trivirgatus ¿verdad? 

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