viernes, 13 de julio de 2012


LA EXPOSICIÓN

   Josepe miró detenidamente el arco de la luz, acarició la textura rugosa de las paredes, se descalzó y sintió en sus pies la frialdad del suelo. No se le ocurría nada, nada le inspiraba. Era como si tuviera un gran vacío en el interior, como si nada le importase, como si nada le importase a nadie. Entonces halló la respuesta: una habitación vacía, un gran vacío iluminado, esa sería su magna obra de arte.
   Solo necesitaba un título y lo encontró jugando con las letras que componían su nombre. Sobre el arco de la puerta podíamos leer: ESPEJO.


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