lunes, 30 de julio de 2012


EL HUERTO

   En plena crisis se quedo parada y decidió comenzar de nuevo cosechando cebollas en un pequeño huerto que descubrió tras la casa. Luego vinieron días de lombardas y brócoli y hasta de refrescantes fresas rojas. Se fue integrando poco a poco en las faenas. Al principio con cierta desgana, pero según emergían los tiernos tallos, iba creciendo en ella el apego al huerto y al trabajo. Logró con el tiempo que el estrés desapareciera y llegó el día en que dedicaba la jornada entera al cuidado de los surcos. Olvidó por completo las triunfantes aventuras que vivió en el exterior. Aquellos éxitos en pos del mejor bocado, las conquistas de nuevos territorios que destruir y levantar, el sabor de la victoria frente a otros de su especie. Y ahora, a veces, se queda quieta durante horas y mira el vuelo de las aves. Un lunes se detuvo, se tumbó sobre la tierra y enroscó su cuerpo. Luego cavó un hoyo y ocultó bajo la tierra su esbelto cuerpo de lombriz. Y ya no volvió a salir, no fuera ser que el aguilucho que vio en el cielo, siguiera volando en círculos sobre su huerto.



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