lunes, 4 de junio de 2012


UN DÍA DE CAMPO

A veces, en la cotidianidad más banal podemos ver la realidad política y social de esta España en la que vivimos, como, por ejemplo, en un día de campo.

Panorámica del lago del parque Moret, Huelva.
Toda ciudad tiene su parque, Madrid tiene el Retiro, Granada, la Alhambra, y Huelva tiene el Parque Moret, el pulmón verde de una de las ciudades más contaminadas de España. Nos costó conseguirlo, no logramos que el alcalde lo declarara zona no urbanizable hasta los últimos años del siglo pasado, es decir, hace tan sólo unos quince años. Luego, las obras de la adecuación en parque social y de ocio, con su lago con patos, zonas de barbacoa, pistas de skate y kioskos se alargaron durante años. Total, que los ciudadanos onubenses no llevan más de 8 años disfrutando de sus 24 hectáreas de naturaleza viva, en mitad de una ciudad rodeada por un cinturón de fábricas químicas y refinerías de petróleo. 8 años en los que las personas han compartido momentos de felicidad en barbacoas, celebraciones de cumpleaños o, simplemente, la euforia de la primavera. 8 años en los que hemos compartido el amor, paseando bajo el lánguido sol de los otoños, la cultura, organizando eventos y conciertos, en las tardes entrañables del inicio del verano y las guitarras y las palmas por compás, al calor de las brasas de la barbacoa familiar, en las tibias mañanas del invierno onubense. 8 años tan sólo y ya el parque se nos muere.

Competición deportiva celebrada en parque Moret
Ayer estuve allí, en una barbacoa a la que me invitó mi hermano. Fue extraño ver el parque tan desangelado, sin la alegría radiante de los niños jugando a eso tan extraño que es la vida. Según me confesó mi hermano, hacía unas semanas que los vigilantes, limpiadores y cuidadores del parque no venían a trabajar, porque el ayuntamiento les adeudaba varias nóminas, de modo que ya nadie se encargaba del mantenimiento del parque. Los contenedores de basura estaban a rebosar y bolsas de plástico y botellas campaban a sus anchas por la vastedad de todo el territorio. Tuvimos que hacer, entre todos, una larga batida de limpieza para adecentar la zona que ocupamos y sus alrededores. Menos mal que llevábamos agua, porque Aguas de Huelva había cortado el suministro y las fuentes del parque ya estaban rodeadas por caños de aguas pestilentes en los que se arremolinaban millones de moscas y mosquitos. Nos alejamos de todas ellas, evidentemente.

Atardecer en el parque Moret
Según mi hermano, el lumpen comenzaba a adueñarse del lugar y ya se habían producido dos conatos de incendio y una barca del lago ya era un esqueleto de tizones. Estuvimos largo tiempo hablando sobre la situación del parque. Incluso bromeé con él sobre la idea de fundar una asociación ecológica de limpieza y mantenimiento del parque y que ésta le podría facilitar el trabajo que, con tanta desesperación, espera encontrar algún día. Pero llegamos a la conclusión de que nos acabarían criticando por interesados, ya que ya existen asociaciones de tal sensibilidad que debieran encargarse de ello. Me cortó de plano, diciéndome, mira, cuando queramos venir aquí, hacemos lo mismo que hoy, y si no, la próxima barbacoa la hacemos en casa.

Mi hermano vive frente al parque Moret, lo ve desde su ventana cada día. El dice que se muere de pena al ver la agonía diaria de los árboles, pero que lo que más le apena es que Viktor, su bebé de 9 meses, crecerá sin poder corretear por los senderos mágicos del parque. Dice que lo habló con algunos vecinos, pocos seguramente, ya que él es de naturaleza tímida, pero que todos opinaban que reunir a voluntarios para mantener el parque era hacerle el trabajo gratis al ayuntamiento, que ellos ya pagaban sus impuestos para que el consistorio les ofreciese los servicios fundamentales y el de mantener el parque en condiciones, lo era para el barrio. Total, que el parque sigue acumulando suciedad y degeneración mientras la moral debate con el interés y, como consecuencia, los niños permanecen encerrados en la habitación de la tristeza.
¿Podrán seguir jugando los niños en el parque Moret?

Sí, a veces, en las pequeñas cosas cotidianas, podemos ver la realidad política y social de esta España en la que vivimos. ¿No os parece?     

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