domingo, 24 de junio de 2012


¿POR QUÉ TANTO ODIO?

La gran batalla la ganamos al nacer y todo lo que viene después son pérdidas. Aunque olvidamos pronto el milagro del asombro de la existencia y nos embarramos, sin darnos cuenta, en la desidia y la ignorancia. En unos años tan sólo ya ni recordamos qué emociones desbordadas recorrieron nuestros sentidos al ver por primera vez un amanecer o las olas del mar. Y lo que nos acaba diferenciando a los unos de los otros es cómo afrontamos la decepción. Creo que algunos de nosotros nos esforzamos en comprender, a través del conocimiento y la cultura, que nada es eternamente perdurable y, de este modo, nos preparamos para afrontar nuestra finitud con la máxima dignidad posible. Pero otros, en cambio, se obstinan en vencer al propio discurrir de la vida y que, inexorablemente, nos lleva a ese mar muerte del que nos hablaba Jorge Manrique en las coplas a su padre. Y estos, normalmente, acaban entrando en un bucle de amargura que les condena a odiarlo todo, empujándoles tanto odio acumulado a la exacerbación de la violencia descontrolada. ¡Qué pena me dan! Nunca podrán ser felices, nunca estarán contentos por nada, porque no importa la engañosa conquista que hayan creído conseguir, ellos siempre querrán más y nada les será suficiente.

Pensaréis que os hablo de los poderosos que desean esclavizar a los sencillos, a los humildes ciudadanos como nosotros. Y es cierto que esos miserables representan dicho papel en la tragicomedia humana, pero no pretendo hablaros de ellos. ¿Para qué hacerlo, siendo tan evidente? Esta vez mi interés estriba en los llamados trolls en el mundo virtual, sean de la ideología que sean, y que se dedican a insultar a todo ser viviente que navega por la red. También quiero referirme a los que en foros y asambleas se dedican a incitar a la violencia y a deslegitimar, tachando de cobardes e incluso de nazi, a todo aquel que se defina pacifista. “El pacifismo es el principio del fascismo”, llegó a contestarme un descerebrado de esos. En la mayoría de ellos no veo más que complejos absurdos de superioridad, lo que les lleva a insultar a quién los supera intelectualmente, debido generalmente a la negación de sus propias limitaciones e ignorancia. Quieren arreglarlo todo a palos, metiendo fuego, cortando gargantas o amenazando, parapetados tras un avatar ficticio, con un alias falso, desde la lejanía de la pantalla de su ordenador. ¿Y nos llaman cobardes a nosotros? Se creen tocados por la divinidad y reclaman sus derechos cuando, en realidad, jamás han dado un palo al agua para merecerlos, salvo gritar estupideces y sembrar el odio en la cosecha humana. Además, suelen confundir conceptos, ciegos por el fanatismo que abanderan. Para muchos de ellos asesinar a quien reclama paz no es más que un acto de justicia. ¡Serán mezquinos!

Hoy, un individuo de estos que ya estuvo, hace unos meses, acosándome y amenazándome, incluso de muerte, (para ser exactos me amenazó con matarme con un bate de beisbol con el lema “matanazis” escrito en su superficie) ha vuelto a aparecer, llamándome bazofia y cucaracha. Así comenzó la otra vez, desembocando finalmente en las amenazas. Así llamaban, cucarachas, los utus a los tutsis, ratas llamaban los nazis a los judíos. Siempre como primer paso la deshumanización, para no sentirse culpable por la muerte de un ser humano. Esa es la estrategia de los genocidas.

Nunca será posible la unidad del pueblo mientras estos individuos paranoicos vean enemigos entre sus iguales. Ellos, fundamentalmente, tienen la culpa del rechazo social al movimiento 15M y han roto la armonía inicial del principio. Sólo quieren imponer sus ideas, si es necesario violentamente, y no soportan que alguien les contradiga, por mucha lógica o razón que muestre el otro en su argumentación. 

¿Cómo puede reclamar justicia social esta gente? ¿Qué entienden ellos por justicia? ¿Insultar y amenazar a una persona 30 años mayor que ellos es justicia? ¿Querer conseguir el poder asesinando es justicia? ¿Y si consiguieran el poder, qué harían? ¿No te lo has preguntado? De esa manera lo consiguió Hitler y ya conocemos la historia. En la Rusia de los zares, en 1918, hubo canibalismo y algunos padres llegaron a alimentarse de sus hijos. La revolución logró erradicar esa injusticia, ¿pero de qué sirvió?, cuando 30 años después, bajo el poder de Stalin, en el gulag de la incipiente ciudad siberiana de Tomsk, casi 5000 deportados se devoraron entre ellos, ya que fueron confinados sin alimentos, ni ropa de abrigo. La justicia, señores, no es competente de una ideología ni de la contraria, ni siquiera es competencia de la legislatura, porque las leyes también pueden ser injustas. La justicia es un concepto moral, ético. Y defenderla es lo único que nos convierte en seres humanos dignos. No es posible la justicia si pretendemos justificarla a través de la violencia. Nunca. Jamás. Nuestra única conquista real ha sido el milagro de la vida. Defendámosla por encima de todas las cosas y seamos dignos de nuestra existencia.

¿Por qué no comenzamos a aceptar que el verdadero motor del mundo es el amor? Si lo hiciéramos, qué diferente serían las cosas.   

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