jueves, 28 de junio de 2012


POR COJONES

   Quiso entrar en el Parnaso literario, pero ninguna senda le satisfacía. Nunca tuvo paciencia, deseaba un reconocimiento instantáneo, ser una celebridad universal ya. Entonces, cogió la agenda telefónica y eligió al azar diversas direcciones y envió a éstas alguna de sus autoediciones. Y repitió una y otra vez la selección de direcciones distintas y de similares envíos. Fue cuestión de pocos meses el que tuviera que encargar guías telefónicas a los países fronterizos. En el suyo no quedó paisano que no dijera en algún momento: joder, otro librito del tal Santiago.
   Ahora anda perdido en las letras farragosas de una serie de guías de pequeñas islas oceánicas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario