jueves, 14 de junio de 2012


META DE PLOMO

   Para él todo en la vida fue aparentemente sencillo. Triunfó sin lucha en lo que quiso. Pero tanta suerte ya le hastiaba. Así que decidió probar aumentando su esfuerzo y encargó al artesano remendón un par de zapatos con suelas de plomo. Con tales calzas se inscribió en el campeonato local de atletismo. Los 100 metros lisos fue la prueba escogida. Minutos después de la llegada del campeón, los espectadores abucheaban con sorna al ridículo participante que, aparentemente, no sabía ni caminar derecho. Horas después, aburridos de tanta guasa, abandonaron el estadio y llegó la noche y las primeras luces de un nuevo día. Cuando logró, por fin, cruzar la meta, él se sintió plenamente realizado, con una euforia jamás vivida y sin percibir su soledad. Desde luego que ésta era la gran meta que daba sentido a su vida, pensó.
  
Un gorrión vespertino lo miró desde las alturas y le creyó perdido, como si buscase ni se sabe qué. 

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