miércoles, 13 de junio de 2012


LA ISLA DEL TOMILLO ROJO

   No entiendo por qué me han encerrado aquí, injerto en la fría sombra, oculto al abrazo del sol y de la brisa. Yo nací en esta isla, igual que mi padre y mi abuelo y todo antepasado que mi memoria alcanza a recordar. Mi isla es un cárdeno mar rodeado por el mar océano. La verdad es que era así antes de que construyeran los hoteles, apartamentos turísticos, supermercados y demás edificios. También la cárcel en la que, gracias a los chicos de las pancartas, ahora me hospedan.
   Mi abuelo padecía de jaqueca y me enseño un secreto: una infusión de cinco hojas del tomillo más rojo alivia el más terrible amago de migraña. Por eso, y por la mala saña del Levante, me levanté con la amanecida y arranqué las cinco hojas más sangrantes que encontré en mi campo de tomillo, el único que queda en pie de toda la isla, tras la aparición de las corbatas que anudan el cuello de los adoradores del cemento y ante los que jamás cedí. Luego llegaron los portadores de pancartas y me felicitaron por ello, por preservar esta especie única en el mundo, dijeron. Eran buenos chicos, siempre fueron amables y simpáticos, por eso no puedo entender que, al verme arrancar los cinco pétalos, exigieran con tanta rabia este hospedaje.


No hay comentarios:

Publicar un comentario