viernes, 15 de junio de 2012


AJEDREZ


   El campeón conocía de memoria cada apertura y todas sus variantes. El sorteo le deparó un contrincante inicial fácil. Jamás, en sus anteriores enfrentamientos, le opuso resistencia, más allá de escasos minutos. Era un jugador anárquico, sin estrategia alguna, un puro improvisador. Pero esta vez fue distinto, al poco de comenzar la partida el campeón se mostró abatido, los movimientos del contrario le sorprendieron y anularon su capacidad de reacción. Se intuía perdido.
   Y sin embargo, nada fue más doloroso para él que reconocer en los ojos de su adversario, la mágica sensación de la victoria, algo que él ya ni recordaba.


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