martes, 15 de mayo de 2012


ESPAÑA

Un amanecer rojo, casi sangriento, en el horizonte peninsular. Una justicia juzgada por verdugos y ladrones con solera. Un sueño de rebeldes luchadores contra las pesadillas. Un nido de buitres voraces con lujosos despachos, recubiertos de honores. Un grito de guerra entre deportistas y cofrades, entre oficiantes de crematorios y dispensadores de venenos. Un Robin Hood de elegantes trajes que nos cuenta el cuento pervirtiéndolo en parodia. Un fabricante de bombas como Ministro de la Paz. Un disfraz de babosa para cada gusano al que le embargan la casa. Una telaraña virtual que une corazones y construye realidades en las plazas. Un estafador al frente de la economía del Estado. Una “educación” con hache y un “hospital” sin ella. Una mariscada opípara para rastreros y aduladores y un beso en culo para aquel que sea capaz de cagar más mierda. Un Quijote que aún sueña a pesar del prolongado insomnio y de que le arden las barbas por culpa del cercano incendio. Un circo de frikis que se ríen al borde del abismo y babean ante las curvas de la silicona. Una televisión que nos hipnotiza con princesitas chabacanas y un eficiente mercadeo de dignidad. Un amor desmedido, a pesar de todo, en las miradas de todos los abuelos y un ansia incontenible de vida, a pesar de todo, en las sonrisas de los niños. Un ladrido amenazador que siempre, siempre, proviene de las sombras y cuyo aliento ya sientes en el cuello. El vuelo torpe de los pájaros perdidos en el humo de tantas y tantas chimeneas. Millones y millones de personas que guardan jaulas en su interior, y las cuidan y pulen sus barrotes, como si fuera un gran tesoro. Un pueblo indefenso gobernado por delincuentes que abandonaron los caminos y ahora campean por palacios y edificios bursátiles. Una esperanza que nace con la primavera y crece y crece, fuerte como un árbol, pero se deshoja cada otoño. Una luz que, en vez de seguir, miramos tan fijamente que nos ciega. Una botella vacía que rellena las fuentes de los deseos en Madrid. Una cueva de Alí Babá en el parlamento valenciano. Un gran cerdo relleno de chorizos de origen certificado. Un inmenso corazón luminoso e indignado, que se alienta a sí mismo sin descanso, temeroso de apagarse. Una ruleta rusa y un revólver con seis balas en su tambor. 

Todo eso y más, es España. Un esperpento triste y cansado, que baila sobre una cuerda floja, pero también una semilla de ilusión que ha logrado germinar entre las grietas del hormigón armado. Y el Sol aún mira, expectante, su crecimiento desde el centro de su plaza. 

Un sol vivo, ardiente en cada latido, pero disperso en millones de corazones desvalidos. Compañeros, ha llegado la hora de unirnos para convertirnos en ese Sol que, en su plenitud absoluta, alumbre un nuevo y diferente amanecer: más justo, más ético, más digno.

2 comentarios:

  1. Hoy la prima de riesgo española ha superado los 500 puntos básicos.
    No hace mucho tiempo, me sorprendí al observar como los ciudadanos españoles vivían en una "fiesta permanente", con mucho alcohol, drogas, ruido, etc.... Todo era cachondeo, especialmente para muchos jóvenes que apostaban por ver quien llegaba más tarde a casa, cambiaban su sueño reparador por la "fiesta" y avanzaban muy lentamente en sus proyectos educativos de vida.
    Otros, llevados por la ambición desbordada, se pusieron manos a la obra de la especulación inmobiliaria, alicatando todas las costas españolas e inundando las ciudades de viviendas para nadie.
    España era un paraíso, pero nuestra transición democrática apenas aprobaba con una clase política "INDECENTE".
    Y lo peor, hoy me toca a mí el lloro y el lamento por haber cumplido con mis responsabilidades sociales, laborales y personales... ¡¡¡MIERDA ESPAÑA!!!

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  2. Llevas razón, Carlos, pero, en el regocijo de nuestro éxito, permitimos que muchos de los que decían cumplir con sus resposabilidades, se enriquecieran con la especulación y el robo dentro de tanto despilfarro y, en vez de denunciarlos, se convirtieron más en un ejemplo inmoral para nuestros vástagos y en el objeto de adulaciones públicas. Y tambíen mucha culpa la hemos tenido nosotros al educar a nuestros hijos en la cultura de la competitividad y el culto a las apariencias.

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