miércoles, 30 de mayo de 2012


CIVILIZACIÓN

   Aquél loro notó que algo había caído cerca y se lo guardó inmediatamente debajo del ala. Luego cayó algo más e hizo lo mismo, y así una y otra vez hasta acapararlo todo debajo de su ala. Ningún otro loro se preocupó demasiado por ello entretenidos como estaban volando de rama en rama. El loro miraba al cielo y los veía volar. Él no podía intentarlo, si abatía las alas se le caería lo que guardaba. Entonces decidió entregar un poquito de lo acaparado, solo un poquito, a los pocos loros que amaban tanto la verborrea como la codicia a cambió de promulgar una ley que prohibiera el vuelo. Ahora los loros caminan mirando el suelo, rebuscan en la inmundicia del suelo algún pequeño tesoro inexistente y ya ni recuerdan eso de volar.


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