sábado, 19 de mayo de 2012


Este libro pasa de discursos, pasa de buenas o malas
intenciones, pasa de hacerse la foto con el colgado de turno,
pasa y repasa. Te gusta o te repatea. Te da un puñetazo en la cara o te mete mano. Nada de exhibicionismos, de rollito carcelario, tío, de pachanguita de trullo (venga, tronko, que está más repetido que el discurso del rey), nada de rollos macabeos, de pena penita peeeena. Este libro habla de un moridero, de un chancro, de unas copas sucias y de unos cuerpos que buscan saciarse en la ciénaga podrida de otros cuerpos. Punto. Porque no queda ya nada a qué agarrarse, sino es a un vaso, a un polvo, a algo. El río es cieno al otro lado. La calle, el río, no es un estado de ánimo, sino un estado de sitio. Guau, guau. Estado de sitio. La Monganga husmea entre las mesas. El viejo se busca la vida. El barquero cuenta los billetes, los fiambres, la cosa.


Extracto del prólogo de Violeta C. Rangel


(Pulsar sobre la imagen lateral del libro para su lectura)

No hay comentarios:

Publicar un comentario